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El hombre que “vendió” la Torre Eiffel: la increíble estafa de Victor Lustig

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Torre Eiffel, con la fuente Coutan a la izquierda, mirando hacia el Palacio del Trocadéro, Exposición Universal de París, 1889.

En 1925, París era una ciudad en plena reconstrucción tras la Primera Guerra Mundial. La Torre Eiffel, construida para la Exposición Universal de 1889, había perdido su brillo original. Muchos la consideraban una estructura vieja, costosa de mantener y carente de propósito. En medio de ese descontento, un hombre llamado Victor Lustig vio una oportunidad tan absurda como brillante: vender la Torre Eiffel.

Identificación de Victor Lustig/Departamento de Justicia de los Estados Unidos/FBI

Lustig era un maestro del engaño. Nacido en lo que hoy es República Checa, hablaba varios idiomas, vestía con elegancia y sabía moverse entre la alta sociedad europea. Al leer un artículo sobre los altos costos de mantenimiento de la torre, ideó una historia: el gobierno francés planeaba desmantelar la estructura y vender el metal al mejor postor. Con falsos documentos y una actuación impecable, Lustig se presentó como funcionario del Ministerio de Correos y Telégrafos y organizó una reunión secreta con los principales empresarios del sector metalúrgico.

Los convocó en el lujoso Hotel de Crillon, donde les explicó que la operación debía mantenerse en secreto para evitar un escándalo público. Su discurso fue tan convincente que varios industriales mordieron el anzuelo. Finalmente, uno de ellos, André Poisson, creyendo tener una oportunidad única, pagó una enorme suma para quedarse con los derechos de demolición de la torre. Lustig tomó el dinero y desapareció de Francia antes de que alguien sospechara.

Lo increíble es que el estafador no solo se salió con la suya, sino que poco después intentó hacerlo de nuevo. Regresó a París con la misma historia, pero esta vez la víctima potencial sospechó y avisó a la policía. Lustig escapó nuevamente y terminó en Estados Unidos, donde continuó su carrera criminal con falsificación y fraudes bancarios. Eventualmente fue arrestado por el FBI y murió en prisión en 1947, aún conocido como “el hombre que vendió la Torre Eiffel”.

El plan de Lustig funciona como una lección insólita sobre la credulidad humana y la audacia de los estafadores. Lo que más impresiona no es solo la mentira, sino el contexto que la hizo posible: una ciudad cansada de su símbolo y una sociedad dispuesta a creer cualquier historia envuelta en poder y dinero. La Torre Eiffel, que casi se derrumba por descuido y engaño, sobrevivió a la guerra, a las críticas y hasta a su venta falsa.

Casi un siglo después, sigue en pie como el monumento más visitado del mundo. Pero en sus hierros, entre remaches y recuerdos, aún flota la historia del día en que un hombre con traje y sonrisa casi convenció a París de vender su alma de acero.

El Especialito

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