Hace una década, en septiembre de 2015, la NASA hizo un anuncio que cambió para siempre la manera en que se percibe al planeta rojo: confirmó la existencia de agua líquida en Marte. Se trataba de un hallazgo histórico que reforzó las esperanzas de que el planeta, alguna vez, pudo albergar vida
El descubrimiento se produjo tras analizar imágenes captadas por la sonda Mars Reconnaissance Orbiter (MRO). Estas mostraban lo que los científicos denominaron “pendientes recurrentes de línea”, unas marcas oscuras que aparecían y desaparecían en las laderas marcianas dependiendo de la estación del año. Los estudios confirmaron que esas formaciones estaban relacionadas con la presencia de agua salada en estado líquido.
La importancia de este hallazgo fue enorme. Marte ya había mostrado evidencias de agua en estado sólido, principalmente en forma de hielo, pero nunca antes se había confirmado la existencia de agua líquida en la superficie. Esto abrió nuevas preguntas sobre las condiciones de habitabilidad y sobre la posibilidad de encontrar formas de vida microbiana.
Según la NASA, las sales presentes en el suelo marciano jugaban un papel crucial al permitir que el agua permaneciera líquida incluso a bajas temperaturas. El hallazgo también significó un avance en la planificación de futuras misiones tripuladas, pues la presencia de agua representa un recurso vital tanto para el consumo humano como para la producción de combustible.
Aunque en años posteriores algunos estudios cuestionaron la cantidad real de agua líquida presente en Marte, el anuncio de 2015 marcó un punto de inflexión en la exploración espacial. A día de hoy, sigue siendo uno de los descubrimientos más trascendentes en la búsqueda de vida fuera de la Tierra y en el camino hacia una eventual colonización humana del planeta rojo.
