Durante gran parte del siglo XX, la lobotomía fue considerada un tratamiento revolucionario para las enfermedades mentales más graves. Décadas después, su historia se recuerda como una de las prácticas más controvertidas de la medicina moderna, símbolo de la desesperación científica por encontrar soluciones rápidas al sufrimiento psicológico.
Qué era una lobotomía
La lobotomía, o leucotomía prefrontal, consistía en cortar las conexiones entre los lóbulos frontales del cerebro y otras áreas relacionadas con la emoción y el comportamiento. La idea era que interrumpir estas vías reduciría los síntomas de ansiedad, depresión o esquizofrenia.
En sus inicios, el procedimiento requería perforar el cráneo y manipular el tejido cerebral con instrumentos quirúrgicos rudimentarios. Más tarde, algunos médicos desarrollaron versiones más rápidas, como la lobotomía transorbital, realizada introduciendo una herramienta similar a un picahielo por el ojo del paciente bajo anestesia local.
El auge de una práctica polémica
El portugués António Egas Moniz fue el pionero de esta técnica en 1935, y en 1949 recibió el Premio Nobel de Medicina por su trabajo en el desarrollo de la lobotomía. En ese momento, se consideraba un avance frente a la falta de tratamientos efectivos para trastornos mentales graves.
En Estados Unidos, el procedimiento se popularizó gracias al psiquiatra Walter Freeman, quien realizó miles de lobotomías en hospitales psiquiátricos. Se aplicaba a pacientes con depresión, esquizofrenia, ansiedad crónica, e incluso a personas con conductas consideradas “problemáticas”.
A finales de la década de 1940, se calcula que más de 20 mil estadounidenses fueron sometidos a lobotomías, incluyendo niños y veteranos de guerra.
Consecuencias devastadoras
Si bien algunos pacientes mostraron calma temporal o reducción de síntomas, muchos otros sufrieron daños irreversibles. Las secuelas incluían pérdida de memoria, cambios de personalidad, apatía extrema y, en algunos casos, incapacidad total para valerse por sí mismos.
La falta de regulación y la aplicación indiscriminada del procedimiento provocaron críticas éticas severas. En los años cincuenta, con la llegada de los primeros medicamentos antipsicóticos y antidepresivos, la lobotomía fue cayendo en desuso.
Lecciones de una época
La historia de las lobotomías sirve como un recordatorio de los límites éticos en la medicina. Representa un momento en el que la ciencia, impulsada por buenas intenciones y poca evidencia, terminó causando un daño profundo.
Hoy, la psiquiatría moderna se basa en tratamientos más seguros y personalizados, con énfasis en la terapia psicológica, la medicación controlada y el respeto a los derechos humanos.
Las lobotomías fueron una práctica que nació del deseo de aliviar el sufrimiento mental, pero terminó mostrando los peligros de intervenir el cerebro sin plena comprensión de sus consecuencias. Lo que alguna vez se vio como esperanza se convirtió en una advertencia: la ciencia debe avanzar con humanidad, no solo con innovación.