Los New York Knicks terminaron su temporada con una derrota dolorosa frente a los Indiana Pacers en el Juego 7 de las semifinales del Este. Pero más allá del marcador final (130-109), lo que realmente ha encendido la conversación en el mundo NBA es la eterna pregunta: ¿están los Knicks construyendo un proyecto esperanzador o …
¿Promesa o maldición? La eliminación de los Knicks desata el eterno debate sobre su destino

Los New York Knicks terminaron su temporada con una derrota dolorosa frente a los Indiana Pacers en el Juego 7 de las semifinales del Este. Pero más allá del marcador final (130-109), lo que realmente ha encendido la conversación en el mundo NBA es la eterna pregunta: ¿están los Knicks construyendo un proyecto esperanzador o simplemente repitiendo su vieja maldición?
Desde leyendas como Magic Johnson —quien no dudó en apuntar a las lesiones de Julius Randle y Mitchell Robinson como factores decisivos— hasta analistas de ESPN y exjugadores como J.J. Redick, las opiniones están divididas. Por un lado, están los que ven esta temporada como una señal de que algo grande se está gestando en el Madison Square Garden. Por otro, los escépticos consideran que los fantasmas del pasado siguen muy vivos.
Las lesiones que lo cambiaron todo
La narrativa más inmediata gira en torno a las ausencias. Julius Randle, tres veces All-Star, no pudo jugar en los playoffs tras operarse el hombro. Mitchell Robinson, pilar defensivo del equipo, también quedó fuera por una lesión en el tobillo. Y como si eso fuera poco, Jalen Brunson —el alma del equipo durante toda la temporada— se fracturó la mano en pleno Juego 7. Sin su trío estelar, los Knicks simplemente no pudieron competir ante unos Pacers imparables en la ofensiva.
¿Un fracaso o un paso hacia adelante?
Lo cierto es que los Knicks superaron las expectativas. Acabaron segundos en el Este, con un Brunson que se consolidó como superestrella y jóvenes como Donte DiVincenzo y Josh Hart que respondieron con creces. Incluso con un plantel diezmado, llevaron la serie al límite. ¿No es eso una señal positiva?
Para muchos, sí. El periodista Zach Lowe lo resumió así: “Este equipo, si se mantiene sano, está a un jugador de elite de llegar a las Finales del Este con regularidad”. La química, la cultura y la identidad están allí. Sólo falta salud y quizás una pieza más.
Pero la sombra de la historia pesa
Sin embargo, para otros fans —y no pocos críticos—, todo esto ya se ha visto antes. Un equipo prometedor, una buena racha, y luego una caída dolorosa. Los Knicks llevan décadas sin disputar una final, y cada temporada que termina sin gloria alimenta la sensación de que la franquicia está atrapada en un ciclo de ilusión y decepción.
La presión del mercado de Nueva York no ayuda. Cada error se magnifica, cada éxito se celebra con euforia. Y cuando el equipo cae, las críticas son implacables.
¿Qué viene ahora?
El verano será crucial. La gerencia debe decidir si apostar todo por este núcleo o buscar un traspaso que cambie el panorama. Nombres como Donovan Mitchell, Karl-Anthony Towns o Mikal Bridges han sonado como posibles incorporaciones.
Una cosa es clara: los Knicks ya no son el hazmerreír de la liga. Tienen dirección, carácter y un base estelar. Pero el futuro —brillante o maldito— dependerá de las decisiones que tomen en los próximos meses.