Un nuevo sondeo publicado este viernes por Político muestra que la mayoría de los votantes en Estados Unidos, tanto demócratas como republicanos, respaldan la creación de mapas electorales partidistas para dar ventaja a sus partidos en las elecciones de medio término del próximo año. El apoyo es claro, amplio y revela un electorado dispuesto a aceptar el rediseño de distritos como herramienta política.
Entre los votantes demócratas, el 54 por ciento está a favor de utilizar nuevos trazados de distritos para obtener ventaja sobre los republicanos, mientras solo el 10 por ciento se opone. En el caso de los republicanos, una cifra prácticamente idéntica, el 53 por ciento, apoya los mapas electorales partidistas, idea impulsada inicialmente por el presidente Donald Trump en Texas, con apenas un 12 por ciento de rechazo.
El respaldo aumenta aún más cuando se pregunta sobre redibujar distritos para neutralizar al adversario: el 68 por ciento de los demócratas lo considera necesario, comparación con el 57 por ciento de los republicanos que piensa lo mismo.
Los resultados provienen de una encuesta realizada entre el 14 y el 17 de noviembre a 2.098 adultos por Político y Public First, poco después de que los republicanos sufrieran una fuerte derrota en California. En ese estado, el 64 por ciento de los votantes aprobó la Proposición 50, que permite modificar los mapas congresionales para otorgar cinco distritos adicionales a los demócratas.
La medida surgió en respuesta a la iniciativa promovida por Trump en Texas, donde los republicanos trabajan para asegurar cinco escaños adicionales mediante la redistribución. Esto podría ayudarles a retener la mayoría en la Cámara Baja en 2026.
La batalla se ha trasladado a los tribunales. En Texas, un juez federal ordenó que los nuevos distritos no entren en vigor hasta estudiar una demanda que alega que los mapas relegan a minorías. A la vez, el Gobierno de Trump demandó el plan de California acusándolo de sesgo racial a favor de los latinos.
A pesar de los litigios, ambos partidos han acelerado esfuerzos en todo el país para desplegar mapas electorales partidistas que contrarresten al rival, lo que anticipa una batalla nacional prolongada sobre el control político del mapa electoral estadounidense.











