Si existiera un día internacional para el fútbol, el 25 de noviembre tendría argumentos sólidos para serlo. Igual que el 23 de abril quedó marcado por la literatura, esta fecha reúne dos despedidas que estremecieron al mundo del deporte: la de George Best, hace veinte años, y la de Diego Armando Maradona, en 2020.
Las vidas de Maradona y George Best siguieron trayectorias paralelas, unidas por su inmenso talento, su magnetismo y una autodestrucción que terminó siendo tan famosa como sus jugadas.
Best murió a los 59 años en Londres, con el cuerpo devastado por el alcohol. Dos décadas después, otro 25 de noviembre, Maradona falleció tras décadas marcadas por adicciones, excesos y una salud quebrada desde su positivo por cocaína en el Mundial de 1994, un episodio que fracturó la relación entre el ídolo y su país.
Ambos surgieron de entornos humildes. Best nació en la Irlanda del Norte más pobre; Maradona, en Villa Fiorito. Subieron desde la nada hasta convertirse en íconos: uno, una especie de Beatle del césped; el otro, una divinidad en Argentina y Nápoles.
El joven Maradona encontraba en Best un espejo. La admiración era explícita:
“George me inspiró cuando era pequeño. Éramos jugadores muy similares, regateadores que creábamos magia”.
Pero fuera del campo, lo que los unía era oscuro.
George Best: el genio que se perdió en la barra del bar
Best fue el primer gran rockstar del fútbol. Su carisma, su estilo y su técnica embelesaron a Europa, pero la bebida nunca le dio tregua. Sus episodios con el alcohol lo llevaron a detenciones, agresiones, un trasplante de hígado y una lenta caída que terminó en 2005.
“Estaba enfermo, pero el único que no lo veía era yo”, reconoció al final de su vida.
Sus frases, memorables y trágicas, siguen circulando como si fueran versos de un poeta maldito:
“Gasté mucho dinero en coches, mujeres y alcohol. El resto lo desperdicié”.
Maradona: la deidad que nunca pudo escapar de sí misma
El caso de Maradona es similar en esencia, distinto en dimensión. En Nápoles era adoración pura. En Argentina, religión. Y en el mundo, milagro futbolístico.
Pero la cocaína, la presión extrema y su entorno lo convirtieron en un mito que se desmoronaba a la vista de todos.
“¿Sabes qué jugador hubiera sido yo si no hubiera tomado cocaína?”, confesó en una de sus reflexiones más crudas.
Su muerte en 2020 marcó el final de una figura irrepetible y un recordatorio brutal de cómo el genio y la tragedia pueden convivir en un mismo cuerpo.
Dos vidas paralelas y un legado eterno
Maradona y George Best representan lo mejor y lo peor del fútbol. La genialidad absoluta, el carisma inigualable y esa capacidad de electrizar multitudes convivieron con el derrumbe personal, la autodestrucción y el precio del mito.
Pero su legado futbolístico es inmortal.
Best dejó un repertorio técnico que todavía maravilla; Maradona, la certeza de que la pelota, incluso en el peor de los mundos, no se mancha.
El 25 de noviembre quedó marcado para siempre como la fecha en la que el fútbol perdió a dos de sus espíritus más brillantes y más atormentados.










