El caso del asesino de Long Island es uno de los relatos criminales más perturbadores de las últimas décadas en Estados Unidos. Todo comenzó en 2010, cuando la desaparición de Shannan Gilbert, una joven de Nueva Jersey, llevó a la policía a revisar una zona costera de Long Island. Lo que encontraron no solo amplió la investigación, sino que reveló una historia de horror escondida durante años: restos de varias mujeres jóvenes que habían desaparecido en circunstancias similares.
Los descubrimientos se concentraron en un tramo de Ocean Parkway, cerca de Gilgo Beach. Allí, entre matorrales y dunas, la policía halló los cuerpos de mujeres que compartían un perfil común. Muchas eran trabajadoras sexuales contactadas por internet, lo que complicó la investigación y expuso fallas en la protección y atención a mujeres vulnerables. Con el tiempo, el caso se volvió conocido como el del asesino de Long Island, un nombre que hoy resume años de incertidumbre, miedo y silencio.
A lo largo de la década siguiente, las teorías se multiplicaron. Algunos investigadores pensaban en un solo responsable. Otros creían que las víctimas podían apuntar a múltiples agresores que operaron durante años sin ser detectados. Las familias de las jóvenes desaparecidas presionaron sin descanso para que el caso no quedara en el olvido.
El giro llegó en 2023, cuando las autoridades arrestaron a Rex Heuermann, un arquitecto de Long Island descrito por sus vecinos como reservado y meticuloso. La evidencia forense lo vinculó con la muerte de tres mujeres, y los fiscales lo consideran el principal sospechoso de varios de los homicidios. Aun así, la investigación sigue abierta. El caso del asesino de Long Island podría abarcar más víctimas y más años de actividad de lo que se pensó inicialmente.
Mientras los tribunales avanzan lentamente, lo que permanece es la historia de las jóvenes cuyos nombres quedaron eclipsados por el misterio. Mujeres con familias, sueños y vidas interrumpidas por un depredador que se escondió a plena vista. En Long Island, el caso continúa siendo una herida abierta, un recordatorio de que incluso en las comunidades más tranquilas pueden darse sombras imposibles de ignorar.










