“La ciencia y el patrimonio van de la mano”. Con esta premisa, la doctora Águeda Sáenz Martínez lidera CoNFine, un proyecto europeo pionero que plantea una alternativa sostenible y eficaz a los biocidas tradicionales utilizados para combatir el biodeterioro en monumentos históricos.
La investigación, financiada por la Unión Europea a través de las acciones Marie Curie y coordinada desde Aragón, comenzará en enero en México y se desarrollará durante tres años entre Zaragoza y la península de Yucatán.
En entrevista con EFE, Sáenz advierte que el patrimonio cultural “tiene fecha de caducidad si no se cuida correctamente” y lamenta que tanto la ciudadanía como las instituciones sigan sin ser plenamente conscientes de la necesidad de protegerlo con políticas públicas adecuadas, actualmente “claramente infradotadas”.
“Somos lo que conservamos”, insiste la investigadora del Instituto de Nanociencia y Materiales de Aragón (INMA), centro mixto del CSIC y la Universidad de Zaragoza.
Una alternativa a los biocidas tóxicos
CoNFine busca revolucionar la conservación del patrimonio construido mediante tratamientos basados en enzimas inmovilizadas en nanopartículas, una solución natural y altamente específica frente a los productos químicos convencionales.
“El biodeterioro es cualquier daño causado por microorganismos en superficies patrimoniales. Puede provocar alteraciones graves e incluso la pérdida total del material”, explica Sáenz.
Las formulaciones que desarrollará el proyecto encapsulan las enzimas dentro de una matriz que les aporta estabilidad y potencia su actividad antimicrobiana. A diferencia de los biocidas tradicionales, que suelen ser tóxicos, inespecíficos y poco eficaces a medio plazo, estas soluciones buscan adaptarse a cada caso concreto y ser seguras para los materiales, el medio ambiente y las personas.
De Zaragoza a las pirámides mayas
El proyecto arrancará con una fase inicial en Zaragoza, donde durante los primeros meses de 2026 se desarrollarán las formulaciones. En marzo de ese mismo año, el equipo se trasladará a México para aplicar los tratamientos en el yacimiento arqueológico de Oxpemul, en Campeche.
La elección del enclave no es casual. Se trata de un yacimiento maya cerrado al público, con pirámides y estelas jeroglíficas sometidas a condiciones extremas de humedad y temperatura que favorecen el crecimiento de microorganismos que degradan la piedra.
“Es un caso de estudio único, porque el biodeterioro no ha sido alterado por la presencia humana”, señala Sáenz.
Tras las pruebas de campo en 2026 y 2027, el equipo regresará a Zaragoza en 2028 para evaluar los resultados finales.
Aplicaciones globales
Aunque el estudio se centra en México, sus aplicaciones son globales. Cualquier patrimonio pétreo afectado por biodeterioro podría beneficiarse de estos tratamientos, siempre que los materiales sean comparables.
En Aragón, Sáenz menciona posibles aplicaciones en zonas con alta humedad relativa, como el Pirineo, así como en monumentos emblemáticos como el castillo de Loarre, el monasterio de San Juan de la Peña, la Cartuja de las Fuentes, el monasterio de Sijena o el puente de Piedra de Zaragoza.
Retos y precauciones
Trabajar con nanotecnología en bienes históricos no está exento de riesgos. El mayor desafío, reconoce la investigadora, es garantizar que los materiales empleados sean totalmente compatibles con los originales y no provoquen efectos indeseados como cambios de color, aumento de la rugosidad o pérdida de consistencia.
Por ello, antes de intervenir sobre los monumentos, el equipo realizará ensayos en materiales de sacrificio y pruebas de envejecimiento acelerado que simulan distintas condiciones ambientales.
Ciencia ciudadana y proyección internacional
CoNFine incorpora además un componente de ciencia ciudadana. La población local colaborará documentando la evolución de las pruebas mediante fotografías de rocas de cantera colocadas en espacios públicos y yacimientos abiertos.
La financiación Marie Curie supone, según Sáenz, “un reconocimiento a la calidad y la novedad del proyecto” y aporta una importante visibilidad internacional tanto al INMA, primer centro aragonés con acreditación Severo Ochoa, como a las instituciones mexicanas participantes.










