Un estudio genético reciente reveló que la relación entre la obesidad y sus complicaciones no es igual para todos. Los investigadores descubrieron que los riesgos de la obesidad varían según el sexo y la edad, lo que podría transformar la manera en que entendemos esta condición. El análisis incluyó datos de cientos de miles de adultos de distintos países, convirtiéndolo en uno de los más amplios realizados hasta ahora.
Qué descubrió la investigación
El equipo científico identificó varias variantes genéticas relacionadas con el aumento del Índice de Masa Corporal (IMC) que afectan de forma diferente a hombres y mujeres. Algunos genes mostraron tener un impacto más fuerte en mujeres, incrementando su predisposición a acumular grasa corporal y desarrollar complicaciones metabólicas, mientras que otros se expresaron con mayor frecuencia en hombres.
También se observaron efectos específicos de la edad. Determinadas variantes genéticas influyen en el tamaño corporal durante la infancia, pero no necesariamente en la obesidad adulta. Esto sugiere que el impacto genético puede depender de la etapa de la vida, y que el cuerpo responde de forma distinta a la acumulación de grasa según la edad.
Implicaciones para la salud pública
Estos resultados abren la puerta a una medicina más personalizada. Si los riesgos de la obesidad cambian con el sexo y la edad, los programas de prevención y tratamiento deberían adaptarse. Una mujer joven con predisposición genética podría requerir un tipo de intervención distinta a la de un hombre mayor con la misma condición.
Los investigadores también señalan que la obesidad no puede definirse únicamente por el peso corporal. Factores como la distribución de la grasa, las hormonas y la actividad metabólica influyen en cómo el cuerpo responde a la acumulación de grasa. Por eso, dos personas con el mismo IMC pueden tener riesgos de salud muy diferentes.
Un nuevo enfoque sobre un viejo problema
Aunque la genética explica parte del panorama, los hábitos de vida siguen siendo decisivos. La alimentación equilibrada, el ejercicio regular y la calidad del sueño continúan siendo las mejores herramientas para reducir los riesgos de la obesidad, sin importar el perfil genético de cada persona.