El Parque de la Amistad, histórico punto de encuentro entre migrantes en Estados Unidos y familiares en México, permanece cerrado en la frontera de San Diego con Tijuana, a pesar de que se reabrió el acceso vehicular al área.
Este espacio, inaugurado en 1971 por la ex primera dama Pat Nixon como símbolo de unión entre ambas naciones, fue clausurado en 2020 durante la pandemia de covid-19. Desde entonces, la antigua reja fue sustituida por tres muros fronterizos de nueve metros de altura y, desde abril, se reforzó con alambre de púas instalado por ingenieros militares.
Un símbolo convertido en barrera
El cierre definitivo de la zona de encuentros ha causado frustración entre organizaciones proinmigrantes. Familias que solían presentar a sus hijos recién nacidos, celebrar bodas o participar en actos culturales a través de la reja hoy se encuentran con un espacio reducido, rodeado de muros y alambre.
“Lo convirtieron en una cárcel”, denunció John Fanestil, dirigente de los Amigos del Parque de la Amistad, quien durante más de una década ofició misas binacionales en este lugar.
Fanestil explicó que la Patrulla Fronteriza ha prometido en varias ocasiones reabrir el parque bajo ciertas condiciones, pero hasta ahora no ha cumplido. En enero, antes de que Donald Trump asumiera nuevamente la presidencia, la agencia aseguró que la reapertura llegaría al terminar las obras de reforzamiento. Sin embargo, el sitio sigue inaccesible.
Posibles alternativas
Ante el cierre indefinido, los Amigos del Parque de la Amistad analizan abrir un nuevo punto binacional con el mismo nombre para mantener vivo el objetivo original del espacio: permitir el contacto humano entre familias divididas por la frontera.
Por ahora, los visitantes solo pueden acceder a las zonas recreativas del Parque Estatal Border Field, donde hay estacionamiento, asadores y servicios básicos, pero no al área de los encuentros familiares y culturales frente a Imperial Beach (California) y Tijuana (México).
La clausura prolongada de este parque, que acaba de cumplir 54 años desde su inauguración, deja en suspenso su papel como símbolo de acercamiento y lo transforma en un punto marcado por la vigilancia y la separación.