A sus 82 años y tres después de haberse despedido de los escenarios, Serrat concierto benéfico volvió a sonar con fuerza este sábado en el Teatro Principal de Mahón. La ciudad menorquina, que le otorgó la Medalla de Oro y donde reside desde hace cuatro décadas, lo recibió con un aforo completamente lleno y una ovación que parecía esperar desde hace años.
El cantautor catalán regresó por una causa que lo toca de cerca. La recaudación de la gala estuvo destinada a las misiones de la Fundación Clarós, de la que es patrono. Durante una hora y cuarto, Serrat, acompañado por Josep Mas Kitflus al piano y el guitarrista David Palau, interpretó algunas de las canciones que marcaron generaciones.
La noche comenzó con un bloque lírico a cargo de Rame Lhaj, Marcelina Román, Iryna Zhytynska y Gayane Mnatsakanyan. Luego llegó el momento que todos esperaban. Cuando Serrat pisó el escenario, el teatro estalló en aplausos.
Abrió con la emotiva Cançó de bressol, escrita en 1967 para su madre, cuyas cenizas esparció en el puerto de Mahón. Siguieron Cançó de matinada y De vez en cuando la vida antes de que Para la libertad resonara con fuerza, días después del 50 aniversario de la muerte de Franco.
En formato de trío acústico, Serrat combinó nostalgia, fuerza y compromiso. Pasó por Mediterráneo, Aquellas pequeñas cosas, Mo y Algo personal, donde retó a los hombres de paja que atormentan la vida cotidiana. También lanzó su grito ecologista con Pare, advirtiendo que están matando la tierra.
Para cerrar, eligió uno de los momentos más simbólicos de la velada. Con Caminante no hay camino de Machado, dejó al público en pie, coreando golpe a golpe, verso a verso. Pero la sala quería más. Serrat regresó para cantar Paraules d’amor y despidió la noche con Me’n vaig a peu, que terminó convertido en un canto colectivo, cargado de emoción y memoria.
Fue una velada íntima y poderosa, un regreso inesperado que recordó por qué Serrat sigue ocupando un lugar irremplazable en la música en español.
