Las emisiones que provienen de la producción y distribución de alimentos volvieron a encender las alarmas. Un nuevo informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, presentado este lunes en la COP30, confirma que los sistemas agroalimentarios generaron un 21 % más emisiones que hace veinte años, hasta alcanzar 16.500 millones de toneladas de dióxido de carbono en 2023.
El peso del sector dentro del total mundial es contradictorio. La participación cayó de 38 % en 2001 a 32 % el año pasado, pero no porque el agro contamine menos, sino porque las emisiones globales de origen humano crecieron a un ritmo mucho más acelerado. En otras palabras, la contaminación crece en todos los frentes, solo que en algunos avanza todavía más rápido.
El estudio detalla que las emisiones generadas directamente dentro de las granjas aumentaron 17 % desde 2001 y continúan siendo la mayor fuente de gases del sector. La ganadería concentra buena parte de ese incremento, debido a la fermentación entérica y al manejo del estiércol, que en 2023 volvieron a ser los principales contribuyentes.
La otra gran pieza del rompecabezas es la cadena de suministro. El transporte, el almacenamiento, el empaque y la venta al por menor mostraron el crecimiento más acelerado, un aumento del 33 % en dos décadas. Este salto llevó a que la etapa pre y posproducción represente hoy casi un tercio de todas las emisiones agroalimentarias.
El único componente que muestra señales de retroceso es el cambio de uso de suelo, que disminuyó 6 % desde 2001. Aunque sigue siendo un factor clave por la pérdida de carbono en bosques y biomas, el informe sugiere una lenta desvinculación entre la expansión agrícola y la deforestación en algunos países.
Aun así, la deforestación continúa ocupando el segundo lugar entre las fuentes globales del sector. Y la brecha entre modelos productivos es clara. Países como Brasil, Indonesia y Nigeria generan la mayor parte de sus emisiones por la degradación de sus ecosistemas, mientras que India y Pakistán tienen un perfil dominado por las emisiones dentro de las granjas. Por su parte, China, Estados Unidos, Rusia, Turquía y Japón concentran entre el 50 % y el 71 % de sus emisiones en la cadena de suministro, reflejo de sistemas alimentarios altamente industrializados y dependientes de energía fósil.
Una señal adicional del desafío es el crecimiento del impacto derivado del consumo. La fabricación de insumos, el transporte de mercancías, el empaque doméstico y el almacenamiento en hogares elevaron sus emisiones alrededor de un 80 % entre 2001 y 2023.
La FAO subraya que solo diez países concentran más de la mitad de todas las emisiones agroalimentarias del planeta. Este dato, advierte el organismo, revela la magnitud de la desigualdad en los sistemas productivos y la urgencia de políticas más enfocadas en eficiencia energética, restauración de suelos y tecnologías limpias.
Las cifras provienen de FAOSTAT, la base estadística histórica del organismo, que lleva más de sesenta años recopilando datos de alimentación y agricultura en 200 países. Para los expertos, el mensaje es claro: sin transformaciones profundas en el sector, será imposible cumplir los compromisos climáticos de las próximas décadas.











