El mito más antiguo del mundo
Desde China hasta Escandinavia, casi todas las culturas antiguas hablan de criaturas aladas que escupen fuego o custodian tesoros. Los dragones son uno de los mitos más universales de la humanidad. Pero la pregunta persiste: ¿y si esas leyendas tuvieran una base real? La existencia de los dragones ha intrigado a historiadores y científicos durante siglos, y un momento clave en esta historia llegó en el siglo XIX.
Richard Owen y el nacimiento de los “terribles lagartos”
En 1842, el naturalista británico Richard Owen analizó un grupo de fósiles encontrados en Inglaterra y notó algo extraordinario. Pertenecían a criaturas gigantes, con huesos tan distintos a los de cualquier animal moderno que decidió crear una nueva categoría para ellas. Las llamó Dinosauria, palabra que significa “lagartos terribles”.
Este hallazgo marcó el nacimiento oficial del estudio de los dinosaurios, y también dio nueva vida a las antiguas leyendas. La existencia de los dragones comenzó a interpretarse como una memoria cultural de fósiles encontrados por civilizaciones antiguas. Antes de entender lo que eran los dinosaurios, muchos pueblos hallaban restos enormes y pensaban que pertenecían a criaturas míticas.
Dragones en la historia y la ciencia
En China, los huesos de dinosaurios pulverizados se usaban como medicina tradicional y se llamaban “huesos de dragón”. En Europa medieval, los campesinos desenterraban fósiles sin saberlo y los atribuían a monstruos vencidos por santos o héroes. De esta forma, la existencia de los dragones se alimentó tanto de la imaginación como de la ignorancia científica.
Con el tiempo, la ciencia demostró que los dragones, tal como los imaginamos, nunca existieron. Pero los fósiles que inspiraron esas historias sí. De hecho, muchos paleontólogos creen que el mito del dragón fue la primera interpretación humana de los restos fósiles.
El poder de un mito eterno
Aunque la ciencia haya separado la fantasía de la realidad, la existencia de los dragones sigue viva en la cultura popular. Siguen apareciendo en películas, literatura y videojuegos como símbolos de poder, sabiduría o destrucción. En el fondo, los dragones representan la eterna fascinación humana por lo desconocido.
Quizás nunca volaron sobre castillos ni lanzaron fuego, pero de algún modo, sí existieron: en la imaginación colectiva, alimentada por los huesos de criaturas que una vez caminaron sobre la Tierra.