La reconstrucción virtual del rostro de un Homo erectus de entre 1,5 y 1,6 millones de años, hallado en el yacimiento de Gona, en Etiopía, ha revelado una cara sorprendentemente bien conservada y más primitiva de lo que se esperaba para esta especie en África, lo que abre nuevos interrogantes sobre los primeros escenarios evolutivos humanos y las migraciones fuera del continente africano.
El hallazgo forma parte de un estudio publicado recientemente en la revista Nature Communications, en el que participa el arqueólogo Sileshi Semaw, del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), en España.
El fósil, conocido como DAN5, fue recuperado en el año 2000 y pertenece a un único individuo. La reconstrucción digital integra fragmentos de la bóveda craneal, restos faciales y piezas dentales, lo que ha permitido obtener una imagen casi completa del cráneo.
Un Homo erectus más arcaico de lo esperado
El análisis muestra que la población de Gona presentaba una combinación inusual de rasgos. Mientras que la bóveda craneal encaja dentro de las características típicas de Homo erectus, la cara y los dientes conservan rasgos más primitivos, como un puente nasal plano y molares de gran tamaño, propios de especies anteriores.
La paleoantropóloga Karen Baab, de la Midwestern University de Arizona y líder del proyecto, subrayó que esta combinación solo se había documentado hasta ahora en fósiles encontrados en Eurasia.
“Sabíamos que DAN5 tenía un cerebro pequeño, pero esta nueva reconstrucción muestra que su cara también era más primitiva que la del Homo erectus africano clásico de la misma época”, explicó Baab, destacando que es el primer fósil africano conocido con esta mezcla de rasgos.
Este resultado cuestiona la idea tradicional de que estas características evolucionaron fuera de África y plantea la posibilidad de que ciertos grupos humanos conservaran rasgos antiguos tras una migración temprana, ocurrida unos 300.000 años antes.
Cómo se realizó la reconstrucción digital
Para llevar a cabo la reconstrucción, los investigadores utilizaron microtomografía computarizada de alta resolución en los cuatro fragmentos faciales principales recuperados en Gona.
A partir de estos escaneos se generaron modelos tridimensionales que fueron ensamblados digitalmente. Posteriormente se integraron los dientes en el maxilar superior y, finalmente, se acopló la cara a la bóveda craneal para obtener un cráneo casi completo.
El proceso duró aproximadamente un año y pasó por múltiples versiones antes de alcanzar el modelo definitivo. Baab describió el trabajo como “un rompecabezas tridimensional extremadamente complejo”, aunque señaló que el conocimiento previo de la anatomía facial permitió avanzar con mayor precisión.
Nuevos escenarios evolutivos
Los investigadores planean ahora comparar el fósil DAN5 con restos humanos antiguos hallados en Europa, incluidos fósiles atribuidos a Homo erectus y Homo antecessor, con una antigüedad cercana al millón de años.
Según Sarah Freidline, coautora del estudio y profesora en la Universidad de Florida Central, estas comparaciones permitirán entender mejor la variabilidad facial dentro de Homo erectus y cómo la especie se adaptó a distintos entornos.
El estudio también plantea escenarios alternativos, como una posible mezcla genética entre especies, un fenómeno ya documentado en etapas más recientes de la evolución humana. Una hipótesis es que DAN5 represente una hibridación entre Homo erectus africano clásico y una especie más antigua, como Homo habilis, aunque los investigadores advierten que serán necesarios más fósiles bien datados para confirmarlo.
Diversidad anatómica y cultural
Además de la diversidad anatómica, el yacimiento de Gona ha revelado una notable diversidad cultural. Según Sileshi Semaw, el Homo erectus asociado a DAN5 fabricaba tanto herramientas simples del Olduvayense como hachas de mano arcaicas del Achelense, lo que constituye una de las evidencias más antiguas de ambas tradiciones líticas asociadas directamente a un fósil humano.
Aunque tradicionalmente se pensaba que el Achelense sustituyó al Olduvayense hace unos 1,7 millones de años, las investigaciones en Gona demuestran que ambas tecnologías coexistieron durante largos periodos.
Este hallazgo refuerza la idea de que la evolución humana no fue lineal, sino marcada por una compleja diversidad biológica y cultural desde sus etapas más tempranas.










