La imagen clásica de la Navidad en Estados Unidos, mesas llenas, luces brillantes y abundancia, contrasta con la realidad diaria de miles de familias que este diciembre hacen fila en bancos de alimentos para poder comer. La inflación persistente ha empujado a más hogares, especialmente dentro de la comunidad latina, a depender de la ayuda alimentaria para sobrevivir las fiestas.
Son apenas las tres de la madrugada cuando Joe Nino, un hombre jubilado de avanzada edad, ya espera en la fila del centro MEND (Meet Each Need with Dignity), en el barrio de Pacoima, al norte de Los Ángeles. Llega temprano para asegurarse un lugar y poder llenar su canasta de alimentos, que el centro reparte dos veces por semana.
“La situación económica está muy baja. Yo llevo comida para mi casa y para familias que no tienen una buena situación”, explica a EFE mientras la fila crece a su alrededor.
Las colas pueden extenderse durante horas y, en algunos días, atender hasta 600 personas. La demanda aumenta en diciembre, cuando los gastos se disparan y los ingresos no alcanzan. Para muchos, la Navidad no trae regalos, sino la urgencia de asegurar lo básico.
Victoria Hernández, residente en EE.UU. desde hace cinco décadas, también acude con regularidad. Se retiró hace seis años, pero su pensión no cubre el costo de vida actual.
“Lo que nos dan del seguro social no es suficiente. Entre la comida y la renta, es muy difícil”, señala.
Radiografía del hambre en EE.UU.
Según el último informe de Feeding America, la mayor red de bancos de alimentos del país, la inseguridad alimentaria afecta ya a 47 millones de personas en Estados Unidos. De ellas, 14 millones son latinas, una cifra que refleja cómo el impacto de la inflación golpea con mayor fuerza a esta comunidad.
Uno de los focos de esta emergencia es el Banco de Alimentos de Los Ángeles, capaz de abastecer a 1,2 millones de personas cada mes en una región de nueve millones de habitantes, una de las más ricas del país.
“Lo que antes se compraba con 25 dólares ahora cuesta 35 o 40”, explica a EFE Christina Quesada, directora de Relaciones Corporativas del banco. Ese incremento acumulado, cercano al 60 % en algunos productos básicos, ha cambiado por completo el perfil de quienes piden ayuda.
Aunque el Índice de Precios de Consumo bajó al 2,7 % en noviembre, el daño ya está hecho. Familias con ingresos medios y personas con empleo estable acuden ahora a estos centros.
“Es lo que llamamos el working poor. Tienen trabajo, pero no ganan lo suficiente para vivir”, explica Quesada. La ansiedad por alimentar a los hijos y llegar a fin de mes se ha convertido en una constante incluso en hogares que antes se consideraban autosuficientes.
Solidaridad en tiempos difíciles
El impacto social se siente con especial crudeza en ciudades como Paramount, donde el 80 % de la población es de origen hispano y donde persiste el recuerdo de las redadas migratorias y las protestas masivas del pasado verano.
En este contexto, surgen iniciativas comunitarias para cerrar la brecha. Una de ellas es Season of Giving, impulsada por la cadena Grocery Outlet, con liderazgo de Lourdes García y Paul de la O.
La campaña busca recaudar fondos para proporcionar tres millones de comidas antes del 31 de diciembre, a través de donaciones directas o el redondeo en caja. En barrios como Paramount, los vecinos se apoyan entre sí para resistir un sistema que muchos sienten que los ha dejado atrás.
Mientras tanto, para miles de familias latinas en Estados Unidos, la Navidad no se mide en celebraciones, sino en la posibilidad de poner comida sobre la mesa.










