En los primeros días de 1959, nueve excursionistas experimentados del Instituto Politécnico de los Urales emprendieron una travesía invernal que debía ser un reto, no una sentencia. Las fotografías del inicio muestran un grupo relajado, sonriente y familiarizado con las montañas que estaban a punto de desafiar. Nadie imaginaba que su aventura terminaría convirtiéndose en el misterio del Paso Diátlov, uno de los enigmas más inquietantes de la historia moderna.
La noche del 1 o 2 de febrero cambió todo. Algo tan fuerte, tan inesperado, los aterrorizó a tal punto que rasgaron su tienda desde adentro y huyeron hacia la oscuridad ártica sin ropa adecuada ni equipo. Las temperaturas estaban muy por debajo de cero. No hubo señales de lucha. No dejaron mensajes. Solo huellas descalzas que se desvanecían en la nieve.
Cuando los equipos de búsqueda los encontraron, todos estaban muertos. Las autopsias revelaron que seis murieron de hipotermia, pero los otros tres presentaban lesiones desconcertantes. Uno tenía el cráneo fracturado. Dos mostraban un trauma torácico tan severo que, según los médicos, “requería una fuerza equivalente a un accidente automovilístico”. Una de las víctimas no tenía lengua y otra carecía de ojos, hallazgos explicados por algunos como descomposición natural, pero aún discutidos por investigadores.
El misterio del Paso Diátlov se intensificó con detalles aún más extraños:
- La tienda estaba cortada desde el interior.
- Algunas prendas mostraban niveles anómalos de radiación.
- Se intentó encender una fogata, pero fue abandonada.
- No había rastros de animales ni señales de un ataque humano.
- Algunos cuerpos presentaban la piel anaranjada y el cabello grisáceo, cambios atribuidos a la exposición prolongada.
A pesar de décadas de teorías —desde avalanchas y pruebas militares secretas hasta explicaciones más extremas— ninguna reconstrucción logra encajar todas las piezas. Estos excursionistas no eran novatos. Conocían el clima, los riesgos y el terreno. Lo que los sacó de su tienda fue algo que lograron percibir, pero que jamás entendieron.
Sesenta años después, la verdad sigue enterrada en la nieve de los Urales. El misterio del Paso Diátlov continúa desconcertando a científicos, historiadores y curiosos. Un recordatorio de que, a veces, la naturaleza o el propio mundo guardan secretos que no están listos para ser revelados.










