Después de una noche de copas, la mañana siguiente suele venir con dolor de cabeza, náuseas y una promesa interna de no volver a beber jamás. Las resacas no son un misterio nuevo, pero sí están rodeadas de mitos que se repiten sin mucha evidencia detrás. La ciencia tiene algunas respuestas claras, aunque no todas son las que la gente quiere escuchar.
Las resacas ocurren por una combinación de deshidratación, inflamación, alteraciones del sueño y el trabajo extra que debe hacer el hígado para metabolizar el alcohol. No existe una cura mágica, por más popular que sea en reuniones familiares o redes sociales.
Lo que sí funciona
La hidratación es clave. El alcohol es un diurético, lo que provoca pérdida de líquidos y electrolitos. Beber agua antes de dormir y al despertar ayuda a aliviar síntomas como el dolor de cabeza y la fatiga. Las bebidas con sales minerales también pueden ser útiles, siempre que no tengan exceso de azúcar.
Dormir lo suficiente marca una diferencia real. El alcohol fragmenta el sueño y reduce su calidad. Recuperar horas de descanso ayuda al sistema nervioso y mejora la sensación general de malestar.
Comer alimentos ligeros puede ayudar. Carbohidratos simples, frutas y comidas fáciles de digerir ayudan a estabilizar el azúcar en sangre, que suele bajar tras una noche de consumo elevado. El hígado agradece no tener que procesar grasas pesadas ese día.
Lo que no funciona, aunque muchos lo juren
El famoso “otro trago” para curar las resacas no tiene respaldo científico. Puede retrasar los síntomas, pero prolonga el daño y la recuperación. Es básicamente patear el problema para más tarde.
El café tampoco es la solución. Puede hacerte sentir más despierto, pero no rehidrata ni elimina el alcohol más rápido. En exceso, incluso puede empeorar la deshidratación y la ansiedad.
Los suplementos milagro y bebidas “detox” no han demostrado acelerar la recuperación. El cuerpo no necesita trucos caros para limpiar el alcohol. El hígado ya hace ese trabajo, a su propio ritmo.
Las resacas no se eliminan con atajos. Se alivian con tiempo, agua y algo de paciencia. La mejor prevención sigue siendo la más aburrida y efectiva: moderación. No suena festivo, pero el cuerpo lo recuerda cada mañana siguiente.










