El robo millonario ocurrido en octubre en el Museo del Louvre ha desencadenado un ejercicio global de introspección en las principales pinacotecas del mundo, al dejar en evidencia la fragilidad de estas instituciones frente al crimen organizado y obligarlas a revisar protocolos, reforzar infraestructuras y extremar la vigilancia.
En menos de ocho minutos, los ladrones lograron sustraer joyas valoradas en 102 millones de dólares del museo parisino. Aunque el botín no ha sido recuperado, siete personas fueron detenidas y el Louvre ya ha tomado medidas inmediatas, entre ellas la instalación de una reja en la ventana por la que accedieron los asaltantes, la presencia permanente de un dispositivo policial móvil en el exterior y la previsión de incorporar un centenar de cámaras de seguridad adicionales en el perímetro.
Para la Unesco, el robo de bienes culturales no es un hecho aislado ni improvisado. “El robo y el tráfico ilícito de bienes culturales son delitos impulsados por la demanda y el lucro, a menudo perpetrados por redes criminales organizadas que adaptan constantemente sus métodos”, señaló a EFE un portavoz del organismo de Naciones Unidas.
Desde la Unesco se subraya que hacer frente a este tipo de amenazas exige una respuesta integrada, que combine marcos legales sólidos, coordinación entre sectores y recursos humanos, financieros y tecnológicos suficientes. El problema, advierten, no es la ausencia de normas, sino su aplicación efectiva frente a un crimen cada vez más sofisticado.
Un riesgo imposible de erradicar
Carl Benn, profesor del Departamento de Historia de la Universidad Metropolitana de Toronto, reconoce que la protección absoluta es una quimera. “Muy pocos museos pueden garantizar vigilancia las 24 horas del día”, afirma, por lo que los robos seguirán ocurriendo.
El daño, añade, va más allá de la pérdida material. Muchas piezas robadas que acaban en el mercado ilegal regresan con atribuciones falsas para ocultar su origen, lo que distorsiona la historia del arte y reduce de forma permanente el patrimonio cultural de los países afectados.
Reacciones tras el golpe en París
El impacto del robo en el Louvre se dejó sentir de inmediato en otros países. En China, la Administración Nacional del Patrimonio Cultural emitió una notificación instando a los museos a reforzar controles de acceso, vigilancia y gestión de visitantes, aunque sin mencionar explícitamente el caso francés.
En Alemania, el Museo de Pérgamo, cerrado por reformas desde 2023, aseguró haber revisado y ajustado su arquitectura de seguridad. La Fundación del Patrimonio Cultural Prusiano, que lo gestiona, confirmó a EFE que se tomaron medidas preventivas tras analizar lo ocurrido en París.
Italia mantiene uno de los sistemas más robustos de protección del patrimonio, combinando tecnología avanzada con la labor especializada del comando de los Carabineros dedicado a delitos culturales. Este cuerpo policial identifica vulnerabilidades y propone mejoras constantes en museos y sitios históricos.
La discreción es una norma compartida. Ni los Museos Vaticanos ni la Galería de los Uffizi han hecho declaraciones públicas sobre sus protocolos. En el Reino Unido, la National Gallery de Londres confirmó que revisa sus medidas de seguridad de forma constante, pero evita ofrecer detalles para no comprometer su eficacia.
En Estados Unidos, tanto el MoMA como el Metropolitan Museum of Art han optado por el silencio. El Met se limitó a señalar que cuenta con un sistema de seguridad de última generación y recursos adecuados para proteger a visitantes, personal y colecciones.
En España, el Museo Reina Sofía indicó que sus protocolos están en revisión permanente y que no se han detectado fallos que justifiquen cambios inmediatos, pese a custodiar obras tan emblemáticas como el Guernica de Picasso.
Desde Rusia, el director del Hermitage de San Petersburgo, Mijaíl Piotrovski, reconoció que ningún sistema es infalible. “Los museos son una zona de riesgo. Los sistemas de seguridad reducen el peligro, pero no lo eliminan por completo”, afirmó, recordando que incluso los controles internos se endurecieron tras un robo cometido por un empleado en 2015.
Un patrimonio que no es una fortaleza
Tras el asalto en París, medio centenar de directores de grandes museos del mundo expresaron su solidaridad con el Louvre y recordaron que estas instituciones “no son ni bastiones ni cajas fuertes”.
Desde la Unesco insisten en que el patrimonio cultural no debe convertirse nunca en objetivo del crimen organizado, de catástrofes provocadas por el ser humano ni de conflictos armados. El robo del Louvre ha servido, al menos, para reabrir un debate incómodo pero necesario sobre cómo proteger un legado que pertenece a todos, pero que sigue siendo vulnerable.










