El tiroteo escuela católica en Mineápolis dejó dos niños muertos y 17 heridos durante una misa de inicio de curso en la iglesia de la Anunciación. Ocurrió a las 08:30 de la mañana, hora local, y generó conmoción en todo Minnesota. El atacante, Robert Westman, de 23 años, abrió fuego con tres armas distintas desde el exterior del templo y luego se quitó la vida en el estacionamiento, según confirmó el FBI.
El director del centro escolar, Matt Dubois, describió lo ocurrido como “una pesadilla” y destacó la valentía de maestros y alumnos al proteger a los menores durante los disparos. Las víctimas mortales tenían 8 y 10 años, mientras que los heridos incluyen 14 menores y tres adultos de unos 80 años, todos fuera de peligro.
Por la tarde se celebraron eucaristías en parroquias cercanas y, al caer la noche, cientos de residentes acudieron a vigilias en distintos puntos de Mineápolis, como el parque Lynnhurst, donde organizaciones comunitarias distribuyeron velas y mensajes de apoyo a las familias. Los altares improvisados con flores, cruces y oraciones se convirtieron en el símbolo del duelo colectivo.
La Casa Blanca ordenó ondear la bandera de Estados Unidos a media asta en edificios públicos y bases militares hasta el 31 de agosto. Líderes políticos locales, como la senadora demócrata Tina Smith, expresaron su apoyo a la escuela y resaltaron su profundo compromiso con la comunidad.
El tiroteo escuela católica en Mineápolis reaviva la discusión nacional sobre la seguridad en espacios religiosos y educativos. Padres, alumnos y organizaciones civiles en Minnesota piden reforzar la protección en las escuelas y aumentar los recursos para atender la salud mental de los jóvenes.
Aunque la investigación continúa, la comunidad permanece unida frente a la tragedia. Para muchos habitantes, las vigilias han sido una forma de responder al dolor con solidaridad y de enviar un mensaje claro: la violencia no quebrará el espíritu de Mineápolis.