Pocos saben que el dulce cuento de los hermanos perdidos en el bosque esconde un trasfondo mucho más siniestro. El origen oscuro de Hansel y Gretel remonta al siglo XVII, cuando las hambrunas azotaban Europa y las familias enfrentaban decisiones impensables. El relato, recopilado por los hermanos Grimm en 1812, no fue inventado para entretener a los niños, sino para reflejar el miedo más antiguo del ser humano: morir de hambre.
En su versión original, una pareja de campesinos no puede alimentar a sus hijos. La madrastra convence al padre de abandonarlos en el bosque para sobrevivir. Hansel deja migas para recordar el camino, pero los pájaros se las comen. Perdidos, los hermanos hallan una casa de pan y azúcar, símbolo de la tentación y la falsa salvación. La anciana que los recibe no es bondadosa, sino una bruja que planea engordarlos para comérselos.
La historia, contada por generaciones, fue una advertencia disfrazada. En tiempos de crisis, muchos niños desaparecían en los bosques buscando comida o escapando del hambre. El origen oscuro de Hansel y Gretel representa esa realidad disfrazada de fantasía. Incluso el final, donde Gretel empuja a la bruja al horno, refleja un acto de supervivencia brutal, no de heroísmo infantil.
Con el paso del tiempo, las adaptaciones suavizaron el cuento. Hollywood y la literatura moderna eliminaron los aspectos más crudos: el hambre, el abandono y el canibalismo. Pero los estudiosos aseguran que el origen oscuro de Hansel y Gretel conserva un valor histórico. Era una forma de procesar el miedo y enseñar a los niños la dureza del mundo sin nombrarla directamente.
Detrás de las paredes de caramelo y el bosque encantado se esconde una historia real sobre el hambre, la inocencia perdida y la crueldad de la pobreza. Un recordatorio de que, incluso en los cuentos más dulces, la oscuridad siempre encuentra su camino.
